MUJERES CENTENARIAS

por Gerardo Scioscia

MARÍA Y SU PIANO PONEN ALEGRIA ENTRE SUS AMIGAS

La abuela María Propato de Caruso no nació en Lanús, llegó de Capital para alojarse en el Hogar de Ancianos ubicado en Chubut al 2200 de Lanús Oeste cuando transitaba los 95 años de vida. A ese lugar llegó como muchos abuelos, con muy pocas cosas personales. Entre los objetos más preciados trajo su piano y varias partituras.
En efecto ¨ Maruja ¨ como la apodan, no quiso desprenderse del mismo ya que la acompaña desde sus años jóvenes. Es que en el tramo final de su vida, sus manos aun se mueven ágiles sobre ese teclado que tantas veces había acariciado. Es que de muy joven se recibió de profesora de piano y violín, al tiempo que aprendió canto. Sin embargo, a diferencia de su piano, el de cuerda, dejó de tocarlo hace muchos años porque ¨ se inutilizó con el paso del tiempo ¨ dijo, en cambio, el piano la continua acompañando.
Sobre sus maestros recordó con cariño que ¨ eran unos divinos porque me enseñaron música desde muy chica ¨. Maruja a los 18 años ya ejecutaba ambos instrumentos y cantaba tangos en la desaparecida radio de la calle Callao. Si bien la música fue su pasión, su vida laboral se completó como empleada en una perfumería, cuyos propietarios eran franceses. Allí se desempeñó como jefa de perfumería hasta jubilarse.
Hoy sobre el piano amontona letras de varias canciones que solía entonar en otros tiempos, y aunque, su voz aún suena armoniosa, no quiere volver a cantarlas argumentando que ¨ tengo 95 años ¨. A esa edad, se moviliza con un bastón y aunque toma pastillas para algunos dolores del cuerpo, el paso de los años no afectó su memoria musical. Prueba de ello es que ejecutó el vals ¨ Desde el Alma ¨ sin la partitura a la vista, mientras que sus compañeras del Hogar entonaban la letra del mismo.
Quienes la conocieron aseguraron que Maruja tuvo una vida normal, sin excesos y eso habrá sido su fórmula para llegar a vivir tantos años y con una lucidez envidiable. Al cierre de este trabajo, la abuela Maruja aún continuaba ejecutando su piano, del mismo modo que en su juventud.
En apenas un puñado de vecinos hemos visto que la vida no termina junto con las obligaciones laborales. En otros tiempos, cuando estas cesaban, los individuos pasaban a ser ¨ la clase pasiva ¨ de la sociedad y se arrinconaban en plazas u otros lugares para ver pasar la vida. Sin embargo, en este grupo de vecinos longevos que hemos conocido a través de estas líneas notamos que sus ganas de vivir los llevaron a mantenerse activos y en una intensidad siempre de acuerdo a sus posibilidades.

Sin dudas, cuerpo y mente forman un todo en el hombre y ambos componentes de la compleja maquinaria humana se necesitan para sentirse bien. Resta apuntar finalmente que, evitando excesos de todo tipo y una medicina preventiva, se puede llegar a vivir cien años como los abuelos que presentamos en este trabajo.

Compartir en Redes Sociales