Una «maestra de la vida» que terminó la universidad después de los 70

REMEDIOS DE ESCALADA

Ana Isabel Fior del Higo, de 83, hace 9 años se recibió de licenciada en Trabajo Social y enseña valores en grupos scouts.
Hija de humildes inmigrantes italianos y españoles, Ana Isabel Fior del Higo conoce, desde muy chica, lo que es la solidaridad y el cooperativismo. «En mi casa no sobraba nada pero si había que compartir un plato de comida con un vecino necesitado o unirse para conseguir la luz en el barrio, todos poníamos el hombro. La idea del cooperativismo la llevo en la sangre como todo inmigrante», dice. Hace casi 40 años su vocación por los otros la llevó a la agrupación de Scouts General San Martín, de Escalada. «Mi padre era scout y allí fui con mi hijo Diego. Terminé trabajando ad honorem en los talleres. Y no paré más», cuenta en la sede del Grupo Scout General Juan Galo de Lavalle, donde desde hace años concurre varias veces por semana.
De hablar reflexivo, esta mujer de lozanos 83 años desanda con sus palabras un camino signado por la vocación de ayudar y la necesidad de crecer intelectualmente. Tanto, que después de cumplir 61 ingresó en la escuela secundaria y, luego de cuatro años y con su título de bachiller fue por más: se anotó en la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) para cursar la carrera de Licenciatura en Trabajo Social. «En ese momento me dije: ‘¡Esto lo logro!’. Y con paciencia y perseverancia terminé la carrera. Tardé ocho años porque recursé varias materias hasta tres veces y también hice los tres niveles de computación», explica.
A Ana Isabel siempre la entusiasmó la idea de adquirir conocimientos. «Yo necesitaba herramientas de mayor peso que las que tenía como ama de casa. Era una asignatura pendiente. En la universidad me recibieron con los brazos abiertos y me llenaron de conocimientos. Aprendí a ver la vida de una forma más amplia», cuenta.
Hoy se siente feliz de transmitirle a los chicos scouts y a los jóvenes enseñanzas para generar proyectos y elaborar escalas de valores. «Siento que sumo mis conocimientos de la vida a las herramientas que adquirí en la facultad. Además, trabajo con otra soltura en un grupo de 35 chicos», señala.
¿Alguna vez le objetaron su edad para empezar la universidad?
Muchas veces. Pero le digo algo: cuando yo era joven no se tenían tantas facilidades para ingresar a una universidad. Yo a mi edad no tuve que correr para recibirme y buscar trabajo. Eso me permitió disfrutar de las materias. Viví en Caraza en los años ’50, trabajaba y a la noche hacía el secretariado comercial en Pompeya. Además, atendía a mi familia. Nunca me asustó el sacrificio.
¿Qué le diría a los de su edad?
¡Que no le tengan miedo a la facultad.! Y que aprovechen a la UNLa en el barrio.
A su lado, Pocha Tagliani, presidenta del grupo scout, cuenta: «A Ana siempre la alenté. Ella fue abanderada de la escuela secundaria y yo le fui a buscar los folletos a la UNLa». Le dije: ‘¡Esta carrera es lo que vos estás buscando!'», cuenta orgullosa.
«Mi vida no pasa por el título; pasa por el saber y el aprender. Y «el poder trasmitirlo», explica Ana Isabel. Con la sonrisa de un sueño cumplido.

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