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Hay un futuro

Luego de haberse conocido el índice inflacionario de marzo (6,7 %), el más alto en los últimos 20 años, las cosas no parecen cambiar ni dentro del Gobierno y ni en la oposición.
En el oficialismo se pelean el presidente y la vice, cada uno con sus seguidores. Unos pretenden tomar el mando, que parece nunca tuvieron desde que asumieron, y los otros boicotean cada idea que los primeros proponen, sólo pensando en el poder que no quieren resignar y sin detenerse un instante en ver si esto es bueno para el país y sus habitantes. Entre otras cosas, están más preocupados por las causas judiciales de su jefa que por modernizar una justicia cada vez más lenta e injusta.
Por su parte, la oposición también se pelea en su seno, dejando así poco espacio para la construcción de futuro y debilitando su chances electorales para 2023.
La grieta se agranda y los ciudadanos terminamos siendo rehenes de una situación descontrolada, no sólo desde lo económico, sino también desde lo político, lo social y lo moral.
Sólo nos quedan los valores -vapuleados pero no extintos- para intentar repeler la incapacidad de los políticos por construir un futuro mejor.
Esos valores con los que creamos los cimientos de un país maravilloso, con gente maravillosa, y que es la principal virtud que propios y extraños sabemos reconocer.
Hay un futuro. Dependerá de que lo sepamos ver y que los políticos sean más tribu y menos caciques.